¡Portugueses al grito de guerra!

¿Como es que terminé en un idilio con Portugal?

Mi abuelo paterno fue el culpable directo, como de muchas otras cosas en mi vida (entre ellas tener cara de árabe ó la de hacer renegar a la gente sin causa aparente). De niño, nos platicaba los domingos una y mil historias, pero una de ellas, particularmente nostálgica, era como su tatarabuelo había llegado a México huyendo de la persecución que en Portugal se estaba llevando contra grupos judíos; cuestión que me hizo comprender el apodo que ostenta uno de mis tíos (bueno, también le dicen Morticia), como el abominable hombre de las nueves, pues a las 9 am en punto ya está abriendo su negocio llave en mano, y él mismo atiende muchas de las funciones del negocio, trabajar en domingo y ahorrar como si no hubiera mañana, como un auténtico judío; también, el tatarabuelo y como dato cultural había procreado a más de 30 con la misma, pero con diferente mujer, como si aquella frase de “a donde fueres haz lo que vieres” fuera una cuestión de que se tuviera que cumplir de vida o muerte.

Anécdotas que pasaron sin mucha importancia, ya que yo de niño lo único que importaba era que nos diera “domingo” y jugar con los primos al fútbol, mientras las macetas de mi abuela hacían de portería, cuestión que era de altísimo riesgo, como si se tratase de una operación a corazón abierto, pues derribar una maceta implicaba (como aquel comercial en México de la Secretaria de Salud) meterse con ella directa y personalmente, ya que el amor que le tenía a sus macetas era mucho más fuerte y sincero que a todos sus nietos en su conjunto.

Mas adelante, durante la preparatoria que me costó 4 años de mi muy valiosa adolescencia, (al respecto de esto, vino a mi mente ya que me representa, la frase que decía Facundo Cabral, “fui 4 años a la escuela pero nunca entré” ), mi maestra de español, nos dejó leer “Casi un Objeto” de José Saramago, esa, fue mi primera conexión consciente a Portugal, pues por increíble que parezca, al ir leyendo, resultó que un capítulo coincidía ampliamente con un sueño que llegué a tener muy seguido. Esa situación me dejó perplejo y/o inscrito en el PUP del legendario Dr. Hermenegildo Torres, por decir lo menos.

Un tercer acontecimiento macabro y curioso, fue el que viajando rumbo a Europa, en mi primer visita al viejo continente y al ir yo por los designios dictatoriales de mi esfínter en el WC, (ni Hugo Chávez se atrevió a tanto ), que dicho sea de paso, siempre me ha dado miedo entrar a los baños de los aviones pues me da la impresión, que una vez sentado, en cualquier momento todo se desmantelará y terminaras en caída libre a una muerte horrible; mucho menos apretar el botón de “flush” por miedo al escandaloso ruido que hace, escuché anunciar al Capitán, que estábamos sobre volando Portugal, ante esta noticia corrí a mi asiento que daba a la ventanilla; pues siempre que vuelo me gusta agarrar ese asiento y ver la vida pasar desde todo lo alto, pues me hace sentir libre, como si yo mismo fuera volando, como las águilas, inerme, sin aletear, solo surfear las olas del viento y dominar los paisajes que se presentan, así mi águila pudo apreciar los bellos campos y ríos Portugueses.

Ya instalado en tierra y después de deambular por la otra madre patria y harto de los pintxos, de los “joder tío”, de los “me cago en la hostia”, de Diego Cigala, de David Summers y su “lo siento nene vas a morir”, del queso manchego semicurado, de las cruz-campo, harto como las aeromozas se cansan de repetir las instrucciones de seguridad, decidí en Vigo, España, rebelarme al tour gachupín y seguir mi camino independiente, sin guía y con mi soledad a Braga, Portugal, a descubrir que es lo que tanto platicaba mi abuelo de las historias que a él mismo le platicaron su padre y abuelo.

Además de encontrarme con los gallitos muy tradicionales de Braga, de homónimos como los de mi familia, de una sagres, una posta de bacalhau en una de sus más de 365 formas de preparaciones, un albarinho de las Rias Baixas; y sin entender razones como Gabino Barreda, decreté mi nacionalidad Portuguesa, ahí mismo, sin importar nada, sin consultar al canciller lusitano, extasiado, como quien recibe una herencia tácita e inmediata, como un advenimiento divino; me vi en las caras de los que ahí conocí, me inspiré en el suave y bohemio fado de Amália Rodrígues, me reconocí en la nostalgia que los Portuguéses llaman “saudade”, que no es mas que nostalgia al equiparar su música con alguna trova Mexicana, y para agregarle más descaro al descaro, opté por investigar el origen de mi familia en un “portuñol”, que los ahí presentes al escuchar aquella inmundicia se desorientaron como si te hayases en un inodoro en el living, pero todo esta aventura valió la pena cuando me contaron que no muy lejos de ahí estaba Valença y Coímbra lugar de la raíz prístina de los Silva.

Lo demás transcurrió entre las muchas iglesias de Porto, o como decía Saramago, que ante todo y para honrar el nombre que lleva, un río donde navegan los barcos rabelos, un estilo de color, un acierto, un acuerdo entre el granito y los colores de la tierra, un duro misterio de calles sombrías, de desniveles, de casas de colores ocres, tan fascinante el espectáculo de sus viñedos en laderas bañadas por el río Duero y que a su vez sirve de frontera natural entre la ciudad de Gaia y Porto.

O una Lisboa famosa por sus pisos adoquinados, el famoso elevador “do Carmo”, que es una especie de torre también hecha por el mismísimo Gustave Eiffel, el monasterio de los Jerónimos con su estilo Manuelino, las múltiples estatuas del reformador Marques de Pombal ó de las también múltiples calles en honor a los navegantes Fernando de Magallanes y Vasco da Gamma, las pinturas de Henrique Pousao, caminar entre las calles donde se gestó la revolución de los claveles contra el régimen de Salazar, habitar entre las poesías de Pessoa y Texeira de Pascoes, la torre de Belem, el Benfica, Cristiano Ronaldo, Figo, Pauleta, Eusebio; el adelanto del paraíso con la hermosa playa de Cascais, la elegante Estoril, los palacios de la familia real de Bragança en Sintra, la arabesca Alcobaça. No me alcanza la intelectualidad para describir lo hermoso que es Portugal.

Este es el ensayo de los sueños, y como tal, algún día volveré a ese país que tanto me enamoró.

Una respuesta a “¡Portugueses al grito de guerra!”

  1. Este texto me recordó mucho a Javier y su forma descriptiva de escribir, pero con la peculiaridad de tu voz y no me refiero a la que sale de tu boca si no la que sale de tu esencia.
    Será un honor ser tu manager. 🫶🏼

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