Cuando la corrupción tuvo lengua.

Ustedes no están para saberlo ni yo para contárselos, pero yo un día fui Presidente de México, no se han de acordar por que a lo mejor estaban muy chiquillos o quizá ni habían nacido, pero yo serví a esta patria, y gracias a mi tienen seguro social, casas de infonavit y tortas gratis cada 6 años.

Por mi autorización pasaron todas las grandes decisiones que este país ha tomado desde 1938,  la Expropiación Petrolera que concretó unos de los pocos políticos bien paridos que esta tierra ha dado ¡Carajo!, mi intis confis el Generalísimo Don Lázaro Cárdenas del Río, hombre incorruptible, íntegro, cabal, amante de pasear en su Jeep Willys por los caminos michoacanos, visitar los pueblos, deglutir antojitos mexicanos, bailar con las guaresitas que ofrecían sus esposos en símbolo de agradecimiento, y que debo decir que en algún punto tuvo a bien, pasarlas por las armas.

¿Te acuerdas de las olimpiadas del 68?, ¿quién crees que aprobó mandar al ejercito a apaciguar las aguas?, aplacar a un puño de arigotosos tiene su chiste, tristemente el Presidente Ordaz se le salió la situación del huacal y ordenó la masacre; lo bueno es que años después ordené a manera de venganza le implantaran cáncer en el colon, porque conmigo nadie se mete.

¿Quién crees que invitó a mi casa de Las Lomas a Joao Havelange, donde al son de la chica de ipanema, organizamos un bacanal que desembocó en que me diera la sede del mundial del 86.

En una partida de Poker con Reagan,  Gadaffi y  Mandela que se celebró un 16 de Febrero del 1987, en una pulqueria del centro de la Ciudad de México, decidimos tumbar el sistema electoral de 1988.

Pues bien, diré que yo soy el último patriarca de este país, el mandamás, el de los pantalonsillos largos, yo soy la mano que mece la cuna,  yo he decidido toda la vida política de México; por ejemplo cuando se celebraron las elecciones federales del 2012, me vinieron a preguntar a quién me parecía mejor para ocupar la presidencia, decidí obvio a Peña Nieto por que estaba guapo.

Incluso me han llegado a comparar con el vende patrias del quince uñas, el único mexicano mal parido e hijo deputa que se atrevió a pelear de tú a tú contra los gabachos.

Ahora que me he convertido en un viejo que viste ropas con olor a naftalina y que el blandengue de AMLO me ha excluido del poder pues no hay cabida para la corrupción, he decidido regresar a la tierra que me vio nacer, allá donde dejé el ombligo, un pueblito enclavado en la zona central de Michoacan llamado Uruapan, que si existiera el culo del mundo, digo yo, estoy convencido de que ahí seria.

En 1999 conocí en un vuelo directo de Washington a La Habana naturalmente de primera clase al Dr. Amarillo, que iba en una misión humanitaria  a la residencia Castro, parecía muy misterioso con un bigote a la Hitler, complexión como la del inspector Clouseau y quién dijo ser oriundo de donde nací, ahora que he regresado a mi pueblo visité su establecimiento en la calle Michoacán y California,  caí en la cuenta de su actividad “humanista” que no es otra cosa que un expendio de bebidas espirituosas y dónde pasaré el resto de mi retiro.